domingo, 14 de marzo de 2010

Taj Mahal

A mediodía llegamos a Agra, después de registrarnos en el hotel y comer, hicimos la visita más esperada de todo el viaje por mi: el Taj Mahal. 

 La leyenda del Taj Mahal  de 1607, cuando un príncipe de tan solo 20 años de edad, heredero del Gran Imperio Mongol, conoce a una joven persa-musulmana llamada Mumtaz Mahal de quien se enamora profundamente.
Es ella quien se transforma con 19 años en la nueva princesa y segunda esposa de este emperador. Se llamaba Aijumad. Era bella, inteligente y culta, pero las razones de estado interfirieron con la temprana pasión: el príncipe fue obligado a tomar por esposa a una princesa como él, hija del rey de Persia. Pero la ley musulmana vino en su ayuda: permitiendo que un hombre tuviera cuatro esposas. 
Consultando la fecha con los astrólogos de la corte, se llegó al día del casamiento. Sha Jahan, por fin pudo reunirse con su amada en el año 1612, después de cinco años impedido de verla. Poco después, el nombre de ella sería cambiado por otro: Mumtaz Mahal, qué significa, literalmente, ‘la elegida del palacio’. La feliz unión duró diecinueve años. En 1631, Tras 19 años de matrimonio y de una vida de gran amor, Mumtaz fallece en Berhanpur, después de dar a luz a una niña, su hijo N° 14. Ella se encontraba allí  acompañando a su esposo.
El emperador recibe un pedido de su adorada esposa antes de morir, en donde debía cumplir con las siguientes promesas:
  • Que construyera su tumba; 
  • Que se casara otra vez; 
  • Que fuera bueno con sus hijos; 
  • Que visitara su tumba cada año en el aniversario de su muerte.

El emperador y amante esposo se sintió morir también. Su tristeza era tan profunda que se encerró en sus habitaciones ocho días con sus ocho noches, sin probar comida ni beber. Al cabo de ese tiempo, pálido y envejecido, salió y ordenó que se cumpliera el luto en todo el reino. Prohibió usar vestimentas de colores, tocar música, usar perfumes y joyas, y hasta llegó a prohibir la sonrisa entre los súbditos.
Mientras tanto,
Jahan hizo un juramento: Mahal tendría la tumba más hermosa que el mundo hubiera visto jamás, en testimonio de su amor y para que el recuerdo de su nombre perdurara por siempre.
Con la fusión de la tradición hindú y la persa-musulmana dando forma en mármol blanco, se obtuvo como resultado la construcción del Rauza, es decir de la tumba de la “elegida del Palacio”, a pedido de Shah Jahan.  Este fue emplazado en los bancos del río Yamuna en 1631. Para tal construcción se emplearon veinte mil obreros y los materiales utilizados fueron transportados desde Marrana mediante elefantes (1.000) ya que la distancia a recorrer era de unos 300 kilómetros. Finalizando en 1653, con este gran mausoleo de amor.
Este majestuoso homenaje tuvo su lado costoso para Shah Jahan quien perdido por su  amor vivía para venerar a su mujer. A tal punto que esta obra fue adornada en su interior y exterior por piedras preciosas de distintos puntos, por ejemplo: desde Bagdag, China, Afganistán, Tíbet, Egipto, Persia, Yemen, Rusia y Ceilán, entre otros. Esto llevo a que este emperador caiga rotundamente en una ruina económica y consecuentemente en la pérdida de su trono. Por la disputa de este último se desató una cruenta guerra entre los posibles herederos. Frente a ello, cuando Shah Jahan  se siente muy debilitado, decide rendirse, y su hijo Aurangzeb toma el trono, y le permite seguir con vida a cambio de quedar prisionero hasta el día de su muerte en el Fuerte del Agra.
Finalmente, este fallece en 1666, el cual es enterrado en el Taj junto a su amada esposa. Sin embargo, la historia cuenta que Sha Jahan había proyectado construir justo enfrente del Taj, una replica exacta en mármol negro y unir ambos mausoleos mediante un distinguido puente. 
Entrar en el Taj Mahal para mi era algo importante, tan importante que según nos íbamos acercando mi corazón se aceleraba y me puse nerviosa, aunque parezca mentira. 
Para entrar tienes que pasar un control de seguridad más estricto que en otros sitios, parecido al de los aeropuertos. Mujeres por un lado, hombres por otro, nada de cosas metálicas, ni agua de otro sitio,... Antes de entrar, en el centro de recepción de visitantes te dan una bolsa con una botella de agua y las calzas para cubrir el calzado, si quieres, ya que no se puede pisar en la parte de mármol con calzado, toca descalzarse o cubrir los zapatos con las calzas. Yo entré completamente descalza (sin calcetines ni calzas), me tenían muy limpito el mármol. :)
Después del control de seguridad empiezas a andar y se ven las cúpulas por encima de la muralla que lo protege, y jardines. Cuando llegas a la puerta que da acceso a lo que es el Taj Mahal, el guía nos dijo que mirásemos al suelo, que nos diría cuando mirar. Después de unos 25 ó 50 metros mirando al suelo, cuando levantas la cabeza la vista es impresionante, te deja sin respiración. Es incomparable a cualquier otra cosa que hayas visto. 
Vimos atardecer allí; el mármol va cambiando de color según va cayendo el sol, terminó de un color rojizo como el que tenía el propio sol. Dicen que el Taj Mahal siempre te sorprende por muchas veces que lo veas, siempre hay algo nuevo, y creo que mucho puede ser con la luz del día en que lo veas. 
Un pequeño paseo por los jardines, hasta llegar a la parte principal donde está la tumba de Mumtaz Mahal, es en está parte, antes de pisar el mármol donde te descalzas, subes la escalera y descubres lo pequeño que eres a su lado. 
El Taj Mahal es para solo, a tu bola, sin nadie que te moleste, que te permita aislarte un poco, disfrutar del sitio en el que estás y descalzo. Sentarte a disfrutar de la puesta de sol, o de las vistas del río, es algo que no tiene precio. O simplemente ver de cerca todos los dibujos hechos con piedras semipreciosas incrustadas en el mármol.


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